En el contexto festivo y alegre de la Pascua, el 28 de abril, la diócesis de Tui-Vigo celebró la fiesta en honor a su patrón, el beato Pedro González Telmo, vulgarmente conocido como «san Telmo». A las 11:00 horas, comenzaba la misa solemne presidida por el obispo de Tui-Vigo, monseñor Antonio Valín, y concelebrada por el emérito, monseñor Luis Quinteiro, por el obispo de Abancay (Perú), monseñor Gilberto Gómez —natural de Albeos—, y varios sacerdotes diocesanos. A la eucaristía también asistieron diversas autoridades civiles y militares, así como multitud de devotos del beato Pedro González.
La celebración comenzó con la tradicional veneración de las reliquias en el altar del templo catedralicio, seguida de la habitual procesión con los restos de algunos santos que se custodian en el altar relicario de la catedral, realizado en 1735 por Francisco Alonso de Castro. Así, sacerdotes y miembros de la cofradía de San Telmo de Tui portaron las reliquias por las calles de la corona, o “coronilla”, de la ciudad tudense —de ahí recibe su nombre de “procesión de la coronilla”—.
En esta ocasión, el oferente fue el capitán de navío y comandante-director de la Escuela Naval Militar de Marín, Pedro Cardona Suanzes, que, durante su intervención, destacó la humildad y el servicio, valores que se pueden encontrar en la figura de san Telmo y que también tratan de inculcarse en las Fuerzas Armadas: «la mar nos enseña nuestra pequeñez frente a la inmensidad del océano: que ante una tempestad, como en la vida, muchas veces hay que navegar a la capa, o capear, como se conoce más comúnmente, dejando que el temporal marque tu rumbo mientras te concentras en mantener tu barco y aparejo intactos […]; que todos los días, en función de los elementos, tienes que ajustar las velas y el rumbo, tienes que adaptarte a tu realidad […]. Nuestra misión es defender a nuestros conciudadanos aun a riesgo de nuestra propia vida. Supone anteponer su servicio a nuestras circunstancias o intereses; esto es, abnegación; supone renuncias personales y entrega; dicho de otro modo, supone generosidad».
Finalizaba el oferente, poniendo a los pies de san Telmo, «en nombre de mis alumnos y dotación, nuestro servicio y nuestra humildad, con el ruego de que nos ayudes a fortalecerlos con tu ejemplo, y que nos acompañes, cuides y protejas a todos».
Una vez terminada la ofrenda, el obispo de Tui-Vigo, monseñor Antonio Valín, subrayó la importancia de la santidad, especialmente, de «los santos de la puerta de al lado» —a los que se refiere el papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et exultate—, «hombres y mujeres que reflejan la presencia y el amor de Dios y que van llenando de hermosura el rostro de la Iglesia y del mundo». Así, expresó que la santidad «es universal. Cada uno será santo por su camino, como nos dice el Concilio Vaticano II; cada uno ha de discernir su propio camino y sacar lo mejor de sí».
La santidad, continuó explicando el prelado tudense, se alcanza «viviendo con amor y ofreciendo nuestro ejemplo de cada día, allí donde nos encontremos», permitiendo que todo esté abierto a Dios y optando por él. San Telmo, con su ejemplo, nos enseña que la santidad «va creciendo con pequeños gestos —no hablar mal del vecino, la paciencia, el afecto, acercarnos cara a cara a los pobres…—. Es posible amar con ese amor incondicional porque el resucitado comparte su vida con nuestras frágiles vidas».
Recogiendo también las palabras del papa Francisco, monseñor Antonio Valín explicó que la santidad «es vivir en unión con Cristo los misterios de la propia vida. En definitiva, es dejarle a Cristo amar en nosotros. Ese amor nos lleva al compromiso con la realidad; a construir el reino del amor, la justicia y la paz para todos». Sin embargo, «ser santos no nos hace perfectos. Tampoco nos hace menos humanos, todo lo contrario, porque es el encuentro de la propia debilidad con la fuerza que viene de Dios. Esto quiere decir que tú y yo, cualquiera de los que estamos aquí, podemos ser santos en nuestra vulnerabilidad y en nuestra realidad diaria».
Monseñor Antonio Valín finalizó su homilía con una oración dirigida a san Telmo en nombre todos los diocesanos y diocesanas: «bienquerido san Telmo, en esta mañana, queremos pedirte que nos des una valentía y un celo apostólico como el tuyo; que nos animes a proclamar el Evangelio con pasión y a comprometernos con la realidad transformándola. Te suplicamos que sigas intercediendo por nosotros y siendo nuestro faro y guía; que en las dificultades y en las inclemencias de la vida, sintamos tu protección y nos ayudes a fortalecer nuestra fe y nuestra confianza en el día a día. Venerable Pedro, que nunca nos falte la esperanza, capaz de transformar vidas y dar consuelo en medio de las dificultades. Danos tu capacidad de salir al encuentro de otro en la realidad que nos toca vivir, en esta tierra y en este mundo; y tu sensibilidad en el servicio de los más vulnerables y que en todo, querido santo, pongamos amor y generosidad, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir».
Una vez finalizada la eucaristía, las reliquias regresan a su capilla, donde quedan expuestas para su veneración. Este es el único día del año en el que el relicario realizado por Francisco Alonso de Castro en el siglo XVIII permanece abierto; una tradición tudense que permite disfrutar en su integridad de esta joya de arte barroco y sus singulares relicarios, muchos realizados en plata en los siglos XVI y XVII. Hasta allí, se acercaron los devotos para rendir homenaje y solicitar la intercesión de los santos y santas que la Iglesia ha reconocido a lo largo de los años y cuyos restos se conservan en la catedral tudense de Santa María.
Como es costumbre desde aproximadamente el año 1945, la devoción al beato Pedro González Telmo reúne en Tui cerca de 30 imágenes —titulares de los antiguos gremios de las parroquias del ayuntamiento, otras de devoción, etc.—, que acompañan al patrón de la diócesis en procesión por las calles de la ciudad, junto con un amplio cortejo institucional con las autoridades y los representantes de los ayuntamientos del antiguo partido judicial de Tui. Debido al nivel dos de alarma provocado por la pérdida de electricidad en todo el país, la procesión no pudo llevarse a cabo. A pesar de ello, sí se realizó la ofrenda ante la imagen de san Telmo.
Con los últimos rayos de sol reflejados en el río Miño, cientos de fieles se congregaron en la plaza de San Fernando para participar en la ofrenda al beato Pedro González Telmo. Autoridades civiles, militares y eclesiásticas realizaron la procesión de la “coronilla”. Después, la imagen de san Telmo emergió de la catedral acompañada de aplausos. Tras realizar la ofrenda floral en la imagen del beato, el obispo pidió la protección del patrón de la diócesis, de la ciudad de Tui y de los navegantes. Este acto de devoción finalizó con el canto de la Salve marinera y con el himno en honor a san Telmo, mientras la imagen regresaba de nuevo al interior del templo catedralicio hasta el próximo año que, Dios mediante, podrá recorrer de nuevo las calles de la ciudad.
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En el contexto festivo y alegre de la Pascua, el 28 de abril, la diócesis de Tui-Vigo celebró la fiesta en honor a su patrón, el beato Pedro González Telmo, vulgarmente conocido como «san Telmo». A las 11:00 horas, comenzaba la misa solemne presidida por el obispo de Tui-Vigo, monseñor Antonio Valín, y concelebrada por el emérito, monseñor Luis Quinteiro, por el obispo de Abancay (Perú), monseñor Gilberto Gómez —natural de Albeos—, y varios sacerdotes diocesanos. A la eucaristía también asistieron diversas autoridades civiles y militares, así como multitud de devotos del beato Pedro González.
La celebración comenzó con la tradicional veneración de las reliquias en el altar del templo catedralicio, seguida de la habitual procesión con los restos de algunos santos que se custodian en el altar relicario de la catedral, realizado en 1735 por Francisco Alonso de Castro. Así, sacerdotes y miembros de la cofradía de San Telmo de Tui portaron las reliquias por las calles de la corona, o “coronilla”, de la ciudad tudense —de ahí recibe su nombre de “procesión de la coronilla”—.
En esta ocasión, el oferente fue el capitán de navío y comandante-director de la Escuela Naval Militar de Marín, Pedro Cardona Suanzes, que, durante su intervención, destacó la humildad y el servicio, valores que se pueden encontrar en la figura de san Telmo y que también tratan de inculcarse en las Fuerzas Armadas: «la mar nos enseña nuestra pequeñez frente a la inmensidad del océano: que ante una tempestad, como en la vida, muchas veces hay que navegar a la capa, o capear, como se conoce más comúnmente, dejando que el temporal marque tu rumbo mientras te concentras en mantener tu barco y aparejo intactos […]; que todos los días, en función de los elementos, tienes que ajustar las velas y el rumbo, tienes que adaptarte a tu realidad […]. Nuestra misión es defender a nuestros conciudadanos aun a riesgo de nuestra propia vida. Supone anteponer su servicio a nuestras circunstancias o intereses; esto es, abnegación; supone renuncias personales y entrega; dicho de otro modo, supone generosidad».
Finalizaba el oferente, poniendo a los pies de san Telmo, «en nombre de mis alumnos y dotación, nuestro servicio y nuestra humildad, con el ruego de que nos ayudes a fortalecerlos con tu ejemplo, y que nos acompañes, cuides y protejas a todos».
Una vez terminada la ofrenda, el obispo de Tui-Vigo, monseñor Antonio Valín, subrayó la importancia de la santidad, especialmente, de «los santos de la puerta de al lado» —a los que se refiere el papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et exultate—, «hombres y mujeres que reflejan la presencia y el amor de Dios y que van llenando de hermosura el rostro de la Iglesia y del mundo». Así, expresó que la santidad «es universal. Cada uno será santo por su camino, como nos dice el Concilio Vaticano II; cada uno ha de discernir su propio camino y sacar lo mejor de sí».
La santidad, continuó explicando el prelado tudense, se alcanza «viviendo con amor y ofreciendo nuestro ejemplo de cada día, allí donde nos encontremos», permitiendo que todo esté abierto a Dios y optando por él. San Telmo, con su ejemplo, nos enseña que la santidad «va creciendo con pequeños gestos —no hablar mal del vecino, la paciencia, el afecto, acercarnos cara a cara a los pobres…—. Es posible amar con ese amor incondicional porque el resucitado comparte su vida con nuestras frágiles vidas».
Recogiendo también las palabras del papa Francisco, monseñor Antonio Valín explicó que la santidad «es vivir en unión con Cristo los misterios de la propia vida. En definitiva, es dejarle a Cristo amar en nosotros. Ese amor nos lleva al compromiso con la realidad; a construir el reino del amor, la justicia y la paz para todos». Sin embargo, «ser santos no nos hace perfectos. Tampoco nos hace menos humanos, todo lo contrario, porque es el encuentro de la propia debilidad con la fuerza que viene de Dios. Esto quiere decir que tú y yo, cualquiera de los que estamos aquí, podemos ser santos en nuestra vulnerabilidad y en nuestra realidad diaria».
Monseñor Antonio Valín finalizó su homilía con una oración dirigida a san Telmo en nombre todos los diocesanos y diocesanas: «bienquerido san Telmo, en esta mañana, queremos pedirte que nos des una valentía y un celo apostólico como el tuyo; que nos animes a proclamar el Evangelio con pasión y a comprometernos con la realidad transformándola. Te suplicamos que sigas intercediendo por nosotros y siendo nuestro faro y guía; que en las dificultades y en las inclemencias de la vida, sintamos tu protección y nos ayudes a fortalecer nuestra fe y nuestra confianza en el día a día. Venerable Pedro, que nunca nos falte la esperanza, capaz de transformar vidas y dar consuelo en medio de las dificultades. Danos tu capacidad de salir al encuentro de otro en la realidad que nos toca vivir, en esta tierra y en este mundo; y tu sensibilidad en el servicio de los más vulnerables y que en todo, querido santo, pongamos amor y generosidad, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir».
Una vez finalizada la eucaristía, las reliquias regresan a su capilla, donde quedan expuestas para su veneración. Este es el único día del año en el que el relicario realizado por Francisco Alonso de Castro en el siglo XVIII permanece abierto; una tradición tudense que permite disfrutar en su integridad de esta joya de arte barroco y sus singulares relicarios, muchos realizados en plata en los siglos XVI y XVII. Hasta allí, se acercaron los devotos para rendir homenaje y solicitar la intercesión de los santos y santas que la Iglesia ha reconocido a lo largo de los años y cuyos restos se conservan en la catedral tudense de Santa María.
Como es costumbre desde aproximadamente el año 1945, la devoción al beato Pedro González Telmo reúne en Tui cerca de 30 imágenes —titulares de los antiguos gremios de las parroquias del ayuntamiento, otras de devoción, etc.—, que acompañan al patrón de la diócesis en procesión por las calles de la ciudad, junto con un amplio cortejo institucional con las autoridades y los representantes de los ayuntamientos del antiguo partido judicial de Tui. Debido al nivel dos de alarma provocado por la pérdida de electricidad en todo el país, la procesión no pudo llevarse a cabo. A pesar de ello, sí se realizó la ofrenda ante la imagen de san Telmo.
Con los últimos rayos de sol reflejados en el río Miño, cientos de fieles se congregaron en la plaza de San Fernando para participar en la ofrenda al beato Pedro González Telmo. Autoridades civiles, militares y eclesiásticas realizaron la procesión de la “coronilla”. Después, la imagen de san Telmo emergió de la catedral acompañada de aplausos. Tras realizar la ofrenda floral en la imagen del beato, el obispo pidió la protección del patrón de la diócesis, de la ciudad de Tui y de los navegantes. Este acto de devoción finalizó con el canto de la Salve marinera y con el himno en honor a san Telmo, mientras la imagen regresaba de nuevo al interior del templo catedralicio hasta el próximo año que, Dios mediante, podrá recorrer de nuevo las calles de la ciudad.